(Antes de que me arrepienta de todo o del todo, voy a publicar un capítulo de lo que estamos escribiendo, me encantaría saber tu opinión siempre y cuando te atrevas a leerlo hasta el final. Gracias por anticipado...)
CAPÍTULO 4: “ BAUTIZO A
LOS 24 ”.
Mi hermana mayor, Susa, fue
bautizada, hizo la comunión y se confirmó “como Dios manda”. Ximo, mi hermano
mayor, se libró de confirmarse. A Carola, la siguiente, solamente la bautizaron
de “bebita” y yo, que soy el cuarto, prefiero pensar que tuve la suerte de
poder escoger (siendo razonablemente adulto) la opción que mejor me pareciera
en base a mi Libertad individual (suena mucho más poético que reconocer que el penúltimo
se suele comer una mierda pinchada en un palo).
El caso es que me tuve que
bautizar un par de meses antes de casarme porque sino el cura le hubiera jodido
(en nombre de Dios eso sí) el sueño estereotipado de mi prometida, aunque se
hubiera obrado el milagro de triplicar el contenido del sobrecito de la generosa
“aportación voluntaria” del tacaño de mi ex-suegro.
Imaginaos el papelón: Mis colegas
en el parque de enfrente partiéndose la caja y todas las abuelitas entrañables
del barrio esperándome a la salida de misa de domingo para achucharme con sus
efusivos abrazos mientras me gritaban eufóricas:
-¡Bienvenido hijo mío a nuestra
comunidad! Qué alegría que hayas hecho lo correcto...
Quince años después sigo
preguntándome ¿Qué cojones quiere decir “hacer lo correcto”? Cuando me sienta
con fuerzas, dedicaré un capítulo entero a enumerar respuestas absurdas.
Creo que tuve el privilegio de
educarme en una de las primeras Escuelas que se atrevió a sustituir la
asignatura de “Reli” por la de Ética. También considero que ha sido un regalo
divino haber podido ejercer de profesor en un Colegio Católico durante todo un
curso para poder formar una opinión contrastada, o cuando menos vivencial.
Y ahora es cuando debería echarle
un par de huevos y expresar mi experiencia personal, hablar de los valores y de
su transversalidad, de auténtico altruismo, de apariencias, de hipocresía, de
fundamentalismos de todo tipo, de sectas casi destructivas… para sumergirme de
lleno en el eterno debate de Religión y Escuela, barriendo para casa, como
hacemos todos/as, conscientes o no de ello.
Pues mira por donde, no me
apetece. Puede que parezca que no me atrevo a escribirlo para mantener una
línea políticamente correcta al menos en cuestiones de fe. Pues vale, me
conformo a cambio de aplazar el momento en el que encuentre la necesidad de
sentirme suficientemente interpelado como para sacarlo de dentro y liarla parda.
Mientras tanto plagiaré la
estrategia de quien un día utilizó el comodín de la diplomacia para confesarme
creer en la gente que cree.
Por añadir algo de cosecha propia,
lo que yo también creo es que el ser humano, desde tiempos pretéritos, siempre
ha poseído la cualidad única de hacer negocio de cualquier sentimiento, cuanto
más intenso, más rentable, llevándolo a tal extremo de demencia que hemos
aceptado la palabra capitalismo como sinónimo de libertad.
El caso es que accedí a
bautizarme y me casé por la Iglesia por Amor. Y esa sí que es la verdadera
Religión transversal que podría salvar una Galaxia entera de la mierda de
apatía general que está anestesiando media Humanidad (digo media para no
resultar fatalista).
Por Amor cometes las mayores estupideces
de tu existencia, lo admito. Prometes cambiar, llegas a pensar que es posible e
incluso que lo has conseguido. Aparcas tus principios, te planteas renunciar a
ellos, estás firmemente convencido de que merece la pena. La cagas y reiteras.
Te hundes y rara vez sales indemne. Te entregas, enloqueces, hieres o te
humillas.
Gracias al Amor paladeas la
mezquindad, perdonas, olvidas (si descubres como, me lo pasas por el “waz”), te
vengas, flotas, renaces, vuelas, te estrellas, aprendes, desaprendes (y mira
que es difícil).
El Amor te da las alas para
gritar a los 8 vientos (no son 4, coño) que te sientes capaz de todo, puede
llegar a presentarte al miedo más formal que reside en una mente humana, te invita
a plantearte si merece la pena vivir, se antepone a tu vida.
A veces el Amor parece jugar con la
dignidad y con la cordura, pero nunca, nunca jamás el Amor te arrebatará la
condición humana que te obsequia el privilegio exclusivo de Amar.
Es precisamente ese Amor (en el
sentido más amplio de la palabra) el motivo de los mayores gestos de altruismo
que cualquiera se haya atrevido a emprender.
El Amor es el motor de todo el
Universo, puedes discrepar, te invito a ello porque así pasarás a formar parte
de la gente que me atrae, pero me niego a pensar lo contrario y, si consigo
convertir el regalo que MiriaM le ha hecho a mi vida en algo parecido a un
libro, entenderás que tengo motivos de sobras para ser tan cabezota.
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