CAPÍTULO 0: PORQUE NOS DA
LA GANA (o justificación del proyecto)
Hay quien considera que una
persona es tal y como trabaja y trabaja tal y como es. El silogismo se complica
cuando escuchas a quien te recuerda que uno no es tal y como se ve a sí mismo sino
tal y como los demás le están mirando.
Utilizando este embrollo de
filosofía “low-cost” para relacionarlo con las Vocaciones, cabe admitir que
aquellas personas que aman lo que hacen de forma incondicional, disfrutan del
obsequio exclusivo de apasionarse con cualquier proyecto en el que se embarquen.
Por muy alocada que parezca cualquier
idea, todos/as conocemos a alguien capaz de llegarla a contagiar o de compartir
la intensidad de un sentimiento con la misma naturalidad que viene o se va la
tramontana sin aparente motivo empírico.
“La Vocación es como la novia de
los 15 años, rara vez te acabas casando con ella…“ Esa fue la categórica sentencia
que un día me regaló (sin que yo se lo pidiera) otro soseras que había dedicado
la mayor parte de su vida a gastar demasiado dinero en tratar de restaurar unos
valores personales que defendía sin conocer.
Nina y yo preferimos pensar que todos
aquellos que alguna vez acarician el privilegio de poner el alma en su cometido
son muchísimos más que la legión de mediocres reinventados a sí mismos que
comercializan un pack de motivación con cuatro frases de Facebook bien
interiorizadas, un PowerPoint resultón y un exhaustivo compendio de obras de
autoayuda.
Cuando, muy de vez en cuando, me
atrevo a permitir que un libro me lea, juego a imaginar lo que recorre por el
alma del escritor mientras está pariendo su obra y me pregunto una y otra vez:
¿Narrando nos narramos? (Gracias querido profesor de Literatura).
Se supone que un escritor tiene
derecho a vivir por encima de su propio estilo identificativo. En función al
momento vital concreto en el que se expresa, quizá se plasme la melancolía más
refinada justo en la etapa en la cual se experimenta en su forma más pura.
Puede que otros prefieran navegar
(con o sin timón) para surcar la imaginación, camino de la complicidad que nos permite
fantasear por el mero placer de crear sin referentes reales (o por lo menos,
creyendo que no se tienen en cuenta).
Probablemente hay veces en las
que un narrador se siente tan dominado por la inspiración que le despierta la
vida misma que experimenta casi la necesidad de dar vida a una historia
estremecedora, sea real y/o ficticia (ahora no me apetece atreverme a definir
las diferencias entre estos dos conceptos).
Otros profesionales tal vez
consigan sobreponerse hasta el punto de poder reflejar el optimismo más deslumbrante
en sus textos aunque en ese momento su existencia sea una autentica mierda cuyo
hedor invite al suicidio más irreflexivo.
Nosotros tenemos la “suerte” de
ni tan siquiera ser escritores. Eso sí, hace ya un cierto tiempo que caminamos
hacia un sueño montados en el vehículo de nuestra Vocación, bajo el amparo de
nuestra inconsciencia y con la inestimable cooperación de los que nos invitan a
contagiarse.
La narración de nuestra historia
es un nuevo intento para acercarnos un poquito más al calorcito de la utopía. Admitiendo
que existen infinidad de “semibiografías” mejor diseñadas como producto
literario, a priori parecidas, más intensas, mejor estructuradas… ¿Qué sé yo?
Pero la nuestra es la nuestra y
la queremos compartir bajo el único compromiso de no tener ninguna necesidad de
inventarla, con el placer de poderla seguir viviendo y con la esperanza de que
un/a solo/a lector/a consiga decir: “Ha despertado en mi…
...
____________________________________________________________________________”
(Espacio reservado para TU Libertad).